martes, 9 de marzo de 2010

another sad picture

En el subte casi nadie notó su presencia. Era el muchachito insulso y esmirriado que caminaba junto a una joven leve pero terriblemente más alta que él, con esa mezcla de desdén e inseguridad que tienen las falsas divas, siempre buscando una mirada que apruebe o soporte sus pretenciones de clase. Los vi mientras hacían fila para sacar boleto, tiempo muerto que él amenizaba -aprovechaba-, para espanto de su acompañante, con besos y apretones que ella devolvía de mala gana, cuando no corría brutalmente la cara y reprimía con una sórdida ojeada la expresión de becerro de su pretendiente, resultado inobjetable de sus vanos intentos por jugarla de macho digno de llamarse tal.
Caminaron delante mío hasta que los perdí de vista a ellos, y luego me perdí yo misma en el vano e incómodo resabio que me dejaron esos ojos húmedos y suplicantes, ese gesto de derrota irreversible.
Bajé la escalera para hacer la combinación a Callao y lo vi pasar, solo, con una media sonrisa estampada en la cara; indiscernible la felicidad del llanto en esa mueca de perplejidad oscura, trillada e ignorante, los ojos fijos en el sufrimiento o en la duda, repasando mentalmente cada error como una wedding planner en bancarrota.
Pasó por mi lado errante, caminando sin convicción como en una feria. Nadie notó que estaba ahí pero era lo único que yo podía ver en ese momento.