jueves, 16 de noviembre de 2006

CINCO años tenía el nene. Era uno de los hijos de un ex jefe. No me acuerdo dónde estábamos ni qué estábamos haciendo, pero de pronto alguien apareció con un cassette. Se lo dio al nene, que lo agarró, lo miró, lo dio vuelta, hizo girar la cinta con un dedito, intentó abrirlo, y finalmente preguntó:

— ¿Y esto en qué parte de la compu se mete?

lunes, 13 de noviembre de 2006

PEBETE: si realmente ella te gusta...

* Preguntale dónde trabaja, y cuando te contesta que trabaja en un call center, preguntale por qué será que siempre necesitan gente, haciéndole notar el nivel de renunciantes y lo horrible que es su trabajo.

* Hablale de lo eficaces que son los métodos para aprender inglés en el instituto en el que estudiás. Explicáselos todos, bien detalladamente, incluyendo la parte del video y lo de contestar las preguntas sobre el video, y buscar las palabras que no entendiste en el diccionario. No te olvides del video. Si es necesario, despertala y explicáselo de nuevo.

* Después de haber dejado pasar los dos o tres minutos de silencio insoportable de rigor, arrancá con lo del pianito. Decile que vos tenés un teclado pero está roto y por eso no tocás más. Que no sabés si mandarlo a arreglar o comprarte otro, porque en realidad no tenés idea de lo que tiene.

* Luego de cinco minutos de silencio, comentale que primero vas a ver si es el transformador.

* Su amiga le manda un mensaje de texto diciéndole que su abuela murió, y ella te pregunta qué contestarle. Es la oportunidad de lucir tu profunda sensibilidad y tu agudo ingenio. Sugerirle que le conteste "uh, qué mal" o "algo así" es simplemente perfecto.

* Decile que es una suerte que haya vuelto a abrir Requiem. Seis veces.

* Dejá pasar media hora de tortuoso mutismo. Preguntale si recuerda tu pulsera de cuero con pinches. No importa si la recuerda o no. Comentale que hace mucho que no la ves y que, no estás seguro, pero sospechás que tu mamá pudo habértela tirado a la basura.

lo leí en
"Cómo tratar de ganarte a tu nueva amiga darki en el bondi y perder como en la guerra, dando un miserable y patético espectáculo al resto de los pasajeros".

Mueran.

jueves, 9 de noviembre de 2006

VOY a engordar hasta pesar 215 kilos y después voy a ir a "Cuestión de peso", sólo para ver bien de cerca a Andrea Politti con su cara de nazi de la gastronomía diciéndole a los participantes que debería darles vergüenza haber aumentado 300 gramos, implorarle a gritos al director que saque la foto de una participante antes de haber sido maquillada porque "parecía un muerto" y sumergirme en el humillante silencio de los imbéciles de la platea al escuchar que, sí, lo admito, me comí una galletita Oreo después del almuerzo. Bueno, dos.
Después, voy a reclamar mi remera con la inscripción "Banda Ancha" en el pecho, voy a poner tres panes de Trotyl en el estudio y voy a volar la mitad de Canal 13.

jueves, 2 de noviembre de 2006

Vení, vení — me decía Alicia, desde la ranurita que dejaba la puerta entornada.

Yo me paralizaba y la miraba con los ojos todos redondos, a veces hasta con miedo. Vieja, renga, quejumbrosa y oscura, nunca se sabía con lo que podía salir Alicia. Pero yo siempre iba.
Podía pasar que me gritara por jugar en su vereda, o porque le pisara el pasto o le saludara a la perra, que no me acuerdo cómo se llamaba y era toda negra y cachorra y muy quilombera, y mordía despacito, de mentira. Yo le jugaba porque la pobrecita estaba todo el día atada en el fondo, y me trepaba a la medianera y le decía cosas y la verdad es que medio la enloquecía pero, pobrecita, siempre atada en el fondo.
Pero a veces no era nada de eso. A veces Alicia entornaba la puerta y me chistaba, y me decía "vení, vení", y abría un poco más para que yo entrara, después de haber encerrado a la perra atrás.
Adentro, la casa estaba llena de porquerías. Las repisas y estantes eran un muestrario de angelitos, elefantes y patos de cerámica, perros de yeso, portarretratos, estampitas, rosarios, mamushkas, muñecas de porcelana, payasos, candelabros y mantelitos tejidos al croché.

— Tomá, nena — y me daba una agarradera de matelassé.

Cada cosa en aquel lugar, por ínfima y horrible que fuera, significaba algo para la solterona Alicia, y la que ya no significaba, me la regalaba a mí. Yo corría, aunque Alicia me dijera que no corriera, y se la regalaba a mi mamá, aunque mi mamá me dijera que me la quedara.
Yo jugaba sola, casi siempre. Me gustaban las hormigas, los caracoles y los gatos. Eleonora, la madre de mis vecinitas, les prohibía esporádicamente jugar conmigo, porque yo no había tomado la comunión y no era una buena influencia para ellas. Y Alicia me veía ahí, clasificando bichitos y pájaros, y quizá sintiera un poco de lástima por mi soledad aniñada e inocente, así como yo sentía lástima por la suya, vetusta y probablemente merecida; y me llamaba, "vení, vení", y me regalaba cositas inútiles, o caramelos, o lápices de colores.