lunes, 20 de agosto de 2007

Apenas me senté le dije que me iba a matar. Que era algo casi natural, que lo sabía desde los dieciséis años y que de todas maneras era asunto mío y nadie podía inmiscuirse. Debo haberlo abrumado un poco, porque levantó las cejas y abrió mucho los ojos, pero no dijo nada. Opté por no dar detalles porque la gente todavía no está acostumbrada a respetar ciertas decisiones. Morir, no nacer, cambiar o abandonarse son todavía asuntos de Estado. Me preguntó si le había contado a mamá. Por supuesto que no. Un hijo es parte de sus padres, la muerte de un hijo es una amputación. Un hermano es el afuera, cómplice o enemigo, y por eso frente a él somos más libres y más frágiles. Tampoco dejaría notas, cartas o explicaciones, más que la vaga e imperfecta idea de que las personas son las huellas que van dejando en los otros, y que cada unos sacara sus conclusiones. A mí ya no me importaba nada.

— Al final uno es más bien un péndulo; va y viene entre la carroña benéfica del recuerdo y la imposición de forjarse un futuro respetable, y en ese vaivén el presente se te transforma en una nada borrosa y cínica —.

Pero mamá nunca lo entendería. Me levanté.

— Una sola cosa te digo: si querés conservarla para vos, después, tal como la conocés, ni se te ocurra decirle que sabías. Eso es traición.

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lunes, 13 de agosto de 2007

Yo quiero no querer. No: dejar de querer algunas cosas y poder querer otras; como, por ejemplo, dejar de querer a los que no me quieren, y querer un poco más a los que me quieren. O por lo menos dejar de perder el tiempo. Porque cuando vos das un paso y el otro da dos, no lo alcanzás nunca. Viste.

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jueves, 9 de agosto de 2007

La baraja española tiene también un significado para la cartomancia. Cada palo de la baraja representa, dicen, un aspecto más o menos ambigüo de la realidad de las personas. A mí las cartas realmente me importan muy poco; jamás aprendí a jugar con ellas, y mucho menos las considero profetas de algún destino incierto.
Pero he aquí lo que sucede: cada vez que voy caminando por la calle con un propósito o un destino relevantes, se me aparece una carta, siempre de la baraja española, siempre del derecho, siempre sola, siempre por donde yo paso, siempre bien visible; que resulta tener una relación esotérica muy evidente con el destino o propósito por el cual salí a la calle.
En todos los casos, el carácter premonitorio de cada carta termina siendo prácticamente indiscutible, y las decisiones que yo tomé en base a las cartas que encontré fueron siempre acertadas.

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viernes, 3 de agosto de 2007

Y qué suerte que recibí la tarjetita de la salvación a tiempo. Porque a uno le dicen que el Anticristo, el demonio y todas esas cosas pueden tomar cualquier forma, manifestarse en cualquier lado e influír en nosotros a través de cualquier manera. Pero nunca, nunca me imaginé que el camino del Maligno iba a estar marcado por él.

jueves, 2 de agosto de 2007

Algo de razón tenía, el bueno de Edgar Allan. Ni siquiera de que te moriste podés estar seguro hoy en día, ¿podés creer?