miércoles, 21 de septiembre de 2005

.qué suerte que no soy famosa porque si no estaría presa

¿CUÁL es mi maldito problema ahora? Los paparazzi. ¿Por qué tienen que existir en el mismo planeta que yo? La gente se preguntará: "pero qué demonios le importan los paparazzi a esta don nadie?" Bueno, es una cuestión de actitud. De su actitud. Simplemente los detesto. Parece que alguien les dijo a los paparazzi que tienen derecho a sacarle fotos a la gente de la tele por el simple hecho de estar en la tele, aunque esta gente se encuentre, al momento de tomarse la foto, en un supermercado, en la peluquería, yendo al gastroenterólogo o tomando sol en bolas en una playa semi-desierta. Con la excusa de que "los famosos son personajes públicos/ es el precio de la fama/ la gente quiere saber cómo viven los famosos", los paparazzi se toman atribuciones que no les corresponden y que los hacen merecedores de la más horrible, lenta y dolorosa de las muertes. Sí, los odio.

La masa idiota quiere alimentar sus fantasías curioseando en las vidas ajenas, y así digerir mejor la mediocridad de su existencia frustrante y aburrida. Los paparazzi parecen creerse los redentores del pueblo, y pretenden vender su acoso como un servicio. El paparazzi no entiende que la privacidad de la gente es estrictamente inviolable y que, aún bajo la estúpida creencia de que la celebridad se debe a su público porque es su público lo que le da de comer, no comprende que ante un pedido explícito de no sacar la foto, inmediatamente tiene dejar de tomar fotografías. Pero esto nunca sucede.

El colmo son los paparazzi que provocan a las celebridades para que reaccionen mal, y luego presentar cargos o extorsionarlos a cambio de dinero. Esto es posible porque la ley ampara escandalosamente a los imbéciles que acosan a la gente, pero descuida de manera ridícula a los acosados.
Señora: El paparazzi es un parásito social. Un tipo cuyo trabajo se basa en acosar e invadir la privacidad de la gente a cambio de una remuneración económica es ruin y malicioso. Es un cazarecompensas, y merece morir lapidado. Cuando un actor deja de actuar pasa a ser tan público como usted o yo. Debería ponerse un maníatico esquizoide a sacarle fotos ininterrumpidamente a cada paparazzi, para cronometrar cuánto tarda en hacerle comer la cámara y ahorcarlo con el rollo de fotos. Luego, presentaríamos cargos, se le impondría una multa de unos diez o quincemil pesos y se publicarían fotos del culo de su mujer en sus últimas vacaciones a Mar Azul.

Entonces se hará justicia.