viernes, 26 de febrero de 2010
La familia tipo es así.
En los buenos momentos, en los éxitos, en la prosperidad: "Mi hijo se recibió"; "Ascendieron a mi hija"; "El nene me salió campeón con el equipo".
Pero en las malas, en los momentos de histeria, en los contratiempos: "tu hermana (su hija) llega siempre tarde"; "tu madre (su mujer) gasta lo que no tiene"; "tu padre (su marido) siempre quiere tener la razón"; "esta/e pendeja/o (su hermana/o) hace simpre lo que quiere"; "no sé de dónde saca esas ideas tu hijo (y el suyo).
El problema más insignificante puede licuar la sangre más espesa. Pero no es maldad. Es casi una forma inevitable de comportamiento: la tentación de tirar la primera piedra. Aun así, cada familia es, en verdad, un mundo, y cada integrante una pequeña nación que, de vez en cuando, declara una guerra sutil y dialéctica, con aliados, traidores e intermediarios.
Hijo: mamá, quiero comprarme un amplificador de cincomil pesos.
Madre: estás loco. No tenemos esa plata, y vos mucho menos.
Hijo: ¡pero lo sacan con la tarjeta y yo pago las cuotas! Es el mejor que hay...
Madre: pero debe haber buenos y más baratos. Cincomil es una locura, tu padre nunca va a aceptar, y yo no estoy de acuerdo tampoco...
Hijo: pero...
Madre: y punto.
Luego, a la noche, en la alcoba matrimonial:
Madre: hijo necesita un amplificador de cincomil pesos.
Padre: ni en pedo. Que vaya a laburar.
Madre: pero se lo podemos sacar con la tarjeta y el pagaría las cuotas. Es el mejor que hay, sin eso no podría tocar, se frustraría, y la terapia nos costaría mucho más...
Hijo recibe al mes siguiente su amplificador de cincomil pesos.