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PRIMERO se comió mis mejores auriculares, unos que me había regalado mi viejo. Desesperada por no poder usar el discman, me compré otros, no tan buenos, pero que cumplían su función. A esos también se los comió. Rompió todos los adornos de vidrio de mi casa, la cortina del baño, se roba mi comida, se escapa cuando abro la puerta y encima me delira esquivándome cuando lo corro como una idiota por todo el pasillo. Cada vez que lo reto, me mira, como desafiándome, y en vez de acatar mis órdenes se me tira encima y me clava sus dientitos como agujas. Tengo más cicatrices que el Joven Manos de Tijera. Rompió la ficha del cable, se corre la cola como los perros encima del monitor de la computadora, rebota contra las paredes como un histérico y su lugar favorito para dormir es encima de mi cabeza. Y sin embargo, lo que más me saca de quicio es que mi gato, Dante, haya elegido como su juguete favorito la esponja de la cocina.