A vos, que entrás y no respondés el saludo; es más, ni mirás a quien te saluda, y seguís caminando, mirando todo con cara de suficiencia, hablando a los gritos como un mono araña. Que le pusiste a tus hijas Josefina y Pili, dos engendros horripilantes que compran la simpatía de sus amigas arrasando como hienas las liquidaciones de Akiabara, que usan esos zapatitos horribles y hablan comiéndose las eses como el más abyecto camionero. Que comparás todo lo que ves con lo que viste y compraste cuando te fuiste a Miami en los noventa, que te hiciste una casa en Cariló, que tenés más celulares que amigos, que sufrís por tanta grasada en este mundo. Enterate: «lo grasa» sos vos.