martes, 22 de agosto de 2006

LA descarriada obsesión que las depiladoras tienen por la maternidad y los niños es, en realidad, un desesperado intento por expiar la culpa que les genera practicar el oficio que más se asemeja a una sesión de tortura.
Sólo así se explica la morbosa fascinación que el más mínimo detalle de la gestación de un feto produce en estas abominables criaturas, capaces de charlar con total naturalidad acerca de cualquier estupidez mientras recubren a sus clientas con cera hirviendo.
Encerrada en un gabinete de depilación, se pueden escuchar infinidad de diálogos que dejan en evidencia la naturaleza mental de estas matronas siniestras y castradoras.

(entra una embarazada)

— ¡¡¡Ayyyyy, mirá esa panza!!! ¡¡¡Qué divinaaaaaaaa!!!
— Sí, ya está grande...
— ¡¡¡No, pero si es enorme, no lo puedo creer!!!
— Sí, es que son dos...
— ¡¡¡AAAAAAHHHH; QUE AMOOOOORR!!!! ¡¡¡MELLIZOS!!! ¿Y ya sabés lo que son?
— Ehm... sí, son dos nenas...
— ¡¡¡Dos nenas!!! ¡¡¡ Qué divinaaaas!!! ¿Y estás contenta?
— Ssssí... yo quería varones, pero bueh...
— ¡Ay, no, nena! Las nenas son mucho mejores que los varones. Las nenas son tuyas, siempre, ¿entendés?
La nena es de la mamá, al varón se lo lleva otra...