popi medusa
Había bruma y gente que no conocía, pero eran mis amigas. Una chica rubia. No natural. El pelo corto, no sé quién es. Entramos a la casa y todo era azul. Popi empezó a trazar las líneas, a dibujar como en el aire y de la punta de su dedo índice se iban desprendiendo las líneas azules, arabescos hermosos y extraños. Las líneas eran la casa, Popi estaba dibujando, es decir, construyendo la casa, y las líneas eran también un camino. El camino era un túnel y un puente, todo negro y azul y era siempre de noche. Popi no quería ir. Nos daba la espalda, no quería hablarnos. Quizá ya sabía. Las demás esperábamos impacientes, y la impaciencia se transformó en angustia, y la angustia en resignación. Popi ya no dibujaba, pateaba alguna piedrita, miraba el suelo. Yo no quería decirle. Alguien le tenía que decir, pero no iba a ser yo.
Habló alguna otra. "Popi, ¿vos sabés que estás del otro lado, no?". Popi tardó en responder. Se dio vuelta y respondió con los ojos, transformándolos en abismos, arrastrándonos. Toda la muerte dentro de sus ojos, abiertos a la eternidad y a la desesperación. Empezó a llorar con un chillido estridente e insoportable. Al rato todas llorábamos, como si el llanto se nos cayera del cuerpo. No llorábamos como corresponde.
Algo en el gesto técnico de llorar no estaba bien.
Habló alguna otra. "Popi, ¿vos sabés que estás del otro lado, no?". Popi tardó en responder. Se dio vuelta y respondió con los ojos, transformándolos en abismos, arrastrándonos. Toda la muerte dentro de sus ojos, abiertos a la eternidad y a la desesperación. Empezó a llorar con un chillido estridente e insoportable. Al rato todas llorábamos, como si el llanto se nos cayera del cuerpo. No llorábamos como corresponde.
Algo en el gesto técnico de llorar no estaba bien.